Esta era nos propone un cambio, nos demuestra que los límites entre lo que parecía un imposible de usar no lo es, mostrándonos que las prendas que conforman las colecciones más estrambóticas también tienen aplicabilidad.
Después de analizar varias propuestas vistas en las últimas pasarelas la evidencia de la desconfiguración en la ropa es notoria. Este giro magistral se representa mediante cortes, volumen, modificación o extracción de partes que antes se pensaba eran indispensables.
Todas estas modificaciones y deconstrucciones también implican una reforma en los estilos de vida, los que cada vez son más globalizados.
Uno de los cambios más visibles se presentó el año pasado, cuando las tiendas de pronto moda incluyeron en sus campañas prendas genderless ensambladas en atuendos de ensueño, en donde la forma y el color dejaban de ser un impedimento y podían ser usadas tanto por hombres como por mujeres.
La aceptación de este tipo de pigmento, haciendo referencia puntualmente al rosa pastel o rosa cuarzo ha permitido su inclusión con diferentes variaciones, presentándose en las colecciones de forma pura o con grafías, siendo irresistible hasta para las estéticas más rebeldes, cambiando notoriamente dependiendo del estilo en el que sea incorporado.
¿Pero cuál es el factor que ha convertido este tono en el preferido de ambos sexos?
Las razones son muchas, pero una de las más notables es la fragmentación de los paradigmas sociales, muy diferentes a lo que se establecían años atrás.
Lo que nos espera para las temporadas de Invierno/Verano serán prendas satinadas pasteles, en donde los cortes masculinos serán una vez más anexados como distintivo femenino.
Estilismos estructurados coordinados de forma monocromática harán juego con la superposición de capas en conjunto con tejidos que contrasten entre las texturas.
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